Buenas!
Como os había prometido, aquí tenéis la introducción del primer y principal personaje del proyecto de los Puños Imperiales: Loctar Dibarion. Os dejo un poco de trasfondo y las imágenes de la miniatura ya completada.
Loctar Dibarion, primer teniente
de la 81ª compañía de la VII legión, servía bajo las órdenes del Senescal
Scallus cuando su batallón fue asignado a la Flota de Retribución para castigar
a las legiones rebeldes de Istvaan. El capitán y campeón de su compañía, Caelon
Gerhild, le había confiado el mando de la fragata pesada Heraldo de Liberación,
prefiriendo encabezar personalmente los asaltos planetarios o las
acciones de abordaje a comandar la nave.
A pesar de ser de origen Terrano,
Loctar era un astartes relativamente joven, con menos de cuarenta años de
servicio, pero eso no le había impedido alcanzar el rango de maestro de
señales, el encargado de coordinar la artillería o el apoyo desde la órbita con
el campo de batalla; estos conocimientos, junto a su naturaleza analítica, le daban una cierta afinidad
para la tasca que se le había encomendado. No obstante, el conflicto de Phall
supondría una pesadilla que pondría a prueba sus aptitudes como comandante y su
fuerza de voluntad, la primera de una serie de eventos que terminarían llevándolo
de vuelta a su mundo natal durante su más fatídico conflicto.
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El ambiente en la flota era
tenso, aun considerando la naturaleza severa de la VII legión. Era un deber más,
y los hijos de Dorn nunca vacilarían o desfallecerían en su cumplimiento, pero
el enemigo al que se iban a enfrentar causaba un nerviosismo casi imperceptible
entre sus filas, una situación sin precedentes para los Puños Imperiales.
Conocían perfectamente a su enemigo, sus puntos fuertes y sus debilidades, sus
tácticas y recursos, una información preciada de la que raramente se disponía
en campaña, pero ningún ejercicio o
conflicto los había preparado para enfrentarse en el campo de batalla contra
otros astartes, mucho menos contra cuatro legiones diferentes. Esta batalla
sería la prueba más exigente al lema de la legión: Sangre y Honor.
"Sangre y Honor" pensó
Loctar, mientras comprobaba los diferentes paneles de la sala de mando. La
misma sangre que había derramado junto a los Lobos y la Guardia de la Muerte en Gyros-Thravian, una de
sus primeras batallas; el mismo honor que unía el Senescal Scallus con el Lord
Comandante Demeter de la Tercera legión desde antes que él fuera aceptado en
las filas los Puños Imperiales. La idea de que sus antiguos camaradas, comandados
por el mismísimo Señor de la Guerra, se hubieran rebelado contra el Emperador y
que él y sus hermanos iban a ejecutar el castigo, despertaba en Loctar el
recuerdo de un sentimiento que creía que pertenecía a su anterior vida: angustia.
El astartes sacudió ligeramente
la cabeza, intentando ahuyentar esos pensamientos. No había sentido dudas en
los últimos treinta y seis años, y no lo haría en esta ocasión. La señal de
una transmisión entrante lo distrajo de sus pensamientos.
- Motores de disformidad
plenamente operativos, comandante.
El grupo de combate había estado
durante días en el punto de reunión a la espera de los últimos elementos de la
flota, y Loctar quería asegurarse de que todo estaba preparado para una partida
inmediata. El teniente abrió una transmisión a la sala de control de
maquinaria.
- Gracias por su rapidez,
ingeniero jefe Tarwell. Estamos esperando órdenes del senescal para iniciar la
transición al espacio disforme, pero me gustaría una última revisión de los
sistemas de armamento antes de partir.
La respuesta vino precedida de
unos murmullos incomprensibles del ingeniero
- ¿Está poniendo en duda mi
competencia y la de mis hombres, comandante? Los hemos comprobado tres veces
desde que llegamos, y están listos y cargados. Si no lo conociera bien,
pensaría que está usted nervioso,
señor.
El legionario suspiró, pero tuvo
que contener una pequeña sonrisa. El ingeniero jefe Tarwell ya servía en la
Heraldo de Liberación mucho tiempo antes
de que Loctar la pisara por primera vez, y nadie que hubiera tenido contacto
con él podía dudar de sus conocimientos en lo que respectaba a la nave. De
hecho, antes de tomar el mando de la fragata, Tarwell
había exigido entrevistarlo y evaluarlo durante una semana antes de aprobar su
nombramiento con autorización expresa del senescal Scallus, lo cual lo había soprendido
e incluso ofendido. Aún no tenía claro si lo que le había chocado más era que
un humano hiciera una petición de tal magnitud, o que el senescal hubiera
aceptado sin reparo alguno. Sin embargo, el teniente había llegado a apreciar y
respetar a ese estrambótico personaje, pues era un ejemplo y un líder para toda
la tripulación humana, y sabía que podía aprender de él a ser un mejor
comandante, no sólo para la nave sino también para sus hombres. Si eso suponía
aguantar las salidas de tono y los motes del ingeniero, así sería.
- Nunca me atrevería a poner en
duda su destreza o la de su tripulación, jefe ingeniero Tarwell, pero la
magnitud de nuestra misión requerirá todos nuestros recursos y capacidades, y
la complacencia y la relajación no tienen cabida en esta situación. No debemos
ni podemos fallar en esta empresa, pues el futuro de la Cruzada descansa sobre
nuestros hombros.
Una sonora carcajada llenó el
canal de la transmisión.
- Los "cabezacubos" ya
veníais así de serie cuando os reclutan, u os extirpan el sentido del humor cuando
os convierten? - contestó el ingeniero, mientras algunas risas mal contenidas
se oían de fondo.- No necesitas lamerme el culo para que haga algo, chaval. Haré
la maldita revisión, pero si vuelves a referirte a mí como
jefe ingeniero Tarwell otra vez, yo mismo subiré ahí arriba para ablandarte
esa cabezota de piedra que tienes con una palanca, ¿Me oyes, mequetrefe?
Loctar se alegró de haber usado
un canal privado para esta conversación, pues lo último que necesitaba era que
todo el puente de mando oyera el discurso del ingeniero; algunos de sus hombres
sin duda habrían exigido que Tarwell fuera castigado por su comportamiento. El
sentido del humor ciertamente no era la mayor cualidad de la séptima. Loctar
había comprendido que las palabras de Tarwell no buscaban su enfado, sino
mantener la moral alta entre sus subordinados, lo cual resultaba esencial para
la situación. Aunque el marine consideraba que no tenían cabida alguna en el
campo de batalla, sabía que incluso las bromas y el humor podían ser herramientas
útiles, y ese hombre había perfeccionado su uso. No obstante, Loctar era un
miembro de los Puños Imperiales, y no podía retroceder ante un desafío.
- Alto y claro, maestro ingeniero
Tarwell. Cambio y corto. - Loctar pudo oír a la tripulación estallar en
carcajadas antes de cortar la conexión. Necesitaría todos los recursos a su
alcance para el conflicto que se avecinaba, incluso algo tan ajeno a la guerra
como el humor.
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La promoción al rango de oficial
había otorgado a Loctar acceso a una armadura artesanal MkIV, aunque su modelo
MkII aún estaba plenamente operativo. El teniente decidió mantener las
hombreras con los honores obtenidos, así como su equipo de comunicación,
modificado y ajustado a su gusto y necesidades.
En su hombrera derecha figuran el
número de su compañía, la 81ª, así como la flecha vertical táctica, símbolos
que él mismo pintó cuando fue asignado por primera vez a un grupo de combate
activo como miembro de una escuadra táctica. A pesar de su pintado apresurado,
Loctar lo había mantenido inalterado, como un recordatorio de sus primeros
pasos en la Gran Cruzada y de los motivos de su alistamiento.
Su hombrera izquierda muestra el
laurel para representar su posición como primer teniente de la compañía, la
adición más reciente a su heráldica. La medalla de la legión fue una distinción
por su papel en el asedio de Drantax Prime, ya como especialista en
comunicaciones de su escuadra, donde sus informes de campo mientras su compañía
abría brecha en el perímetro ayudaron a la artillería a neutralizar las
baterías antiaéreas, permitiendo así que las stormbirds desplegaran las
unidades de asalto en
localizaciones
críticas para tomar la ciudad.
La cruz roja le fue concedida por
su sargento. La cruz de Malta estaba reservada a miembros veteranos, y se
asociaba comúnmente a la furia y el celo propio de Sigismund y de la hermandad
templaria de la primera compañía; ésta, en cambio, era una tradición
establecida entre las compañías bajo las órdenes del Senescal Scallus,
reconociendo a su portador como un ejemplo de templanza y fortaleza para
enfrentarse a las adversidades, y podía ser otorgada sin importar el rango o el
tiempo de servicio. Sin embargo, este símbolo también tenía un segundo
propósito para el alto mando: era una marca para aquellos legionarios a los que
se iba a poner a prueba; si los elegidos eran capaces de honrar los valores que
representaba esa cruz, eran considerados para ser ascendidos en el escalafón de
mando y para su tutelaje. Aquellos
legionarios que fallaban en sus pruebas eran censurados, y pasarían el resto de
su servicio y de su vida en rangos inferiores
o asignados a las compañías de destructores.
Dice mucho de la personalidad de
Loctar que, en los años venideros, la cruz pasaría a formar parte de su
heráldica personal, y que muchos lo reconocerían a él y a su compañía por ese
símbolo.